Artista

Nacha Guevara

CANCIONES PARA MIS HIJOS

1973

7 AMOR POR EL BOSQUE

Había una vez un bosque lleno de trastos viejos y florecillas nuevas entre los que,
inconscientemente alegres, corrían, volaban, saltaban o, simplemente, transitaban sus
habitantes naturales: gorriones, vaquitas de San Antonio, mulitas, zorrinos, liebres,
perdices, ranas, cotorras, picaflores, etcétera.

Las relaciones zoociológicas eran relativamente buenas. Después de cada lluvia los hongos
nacían como hongos, y eso daba abundante motivo a los cantos, graznidos, cotorreos,
mugidos, rebuznos y otros medios de comunicación de masas.

Las flores eran vulgares y silvestres, pero por lo menos nadie las pisoteaba. Con su samba
de una sola nota las insistentes ranas llenaban la noche. Eran verdaderamente llenadoras.

En época de relativa escasez los animales mayores corrían la liebre pero cuando la escasez
era más grave hasta las liebres corrían la liebre.

Sin embargo y pese a todas las dificultades de la vida salvaje aquel era un bosque feliz.

Naturalmente había objeciones contra la tozudez de las mulitas, la difamación de las
cotorras o la ronca sapiencia de los sapos; pero después de todo un picaflor tenía casi los
mismos derechos que un yacaré la única diferencia estaba en la dentadura.

Todos estaban autorizados a ver el cielo que aparecía entre las altas ramas y cuando las
calandrias cantaban el himno del bosque los pinos se quitaban respetuosamente las copas
y todos los árboles lo escuchaban de pie

Por supuesto, un bosque es un conjunto de árboles y de matas, pero en él todo marcha
mucho mejor cuando se arbola que cuando se mata.

Esto no pareció importarle demasiado a un hombrecito ceñudo y sañudo que apareció en el
bosque una mañana gris. De entrada, miró con resentimiento a arbustos y alimañas. Como
anticipo pisoteó un escarabajo y le arrancó lentamente las alas a una mariposa.

Al día siguiente vino con otros hombrecitos igualmente ceñudos y sañudos, acompañados
de extraños instrumentos, herramientas y maquinarias.

Durante dos o tres semanas indiferente a las más hondas aspiraciones de la flora y de la
fauna taló y taló. No dejó un solo árbol en pie. Los animales y animalitos que por algún azar,
lograron sobrevivir a la hecatombe pasado el estupor inicial huyeron despavoridos.

Por fin el hombrecito hizo cargar todos los troncos en enormes camiones. Sólo una tortuga
quedó, por razones que ustedes podrán imaginar, para presenciar esta última operación.

Por lo tanto fue ella el único testigo de un extraño gesto el hombrecito desenrolló un gran
cartel y lo colocó en el primero de los camiones. Como la tortuga era analfabeta no pudo
enterarse del texto del letrero que decía yo quiero a mi bosque y usted.