Ignacio Copani

Andá a llorar al cotolengo, me gritó el arquero del otro equipo
cuando erré el penal que nos hizo perder el desafío
contra los de atrás de la vía, esa fue una de las primeras referencias
sobre la obra de Don Orione.
Las que siguieron no fueron mejores, se decía que allí
había un depósito de seres abominables, de fenómenos de tres ojos,
de cabezas con piernas, yo intuía un lugar gris, sórdido, pero luego,
tuve la suerte de ir, de estar, de cantar en la casa Orionita,
y había luz, mucha luz, siempre encendida por sus habitantes,
los que reciben ayuda y los que la dan, aunque al final, no se sabe bien
quien es el más beneficiado, si el maestro o el alumno,
si el enfermo o el enfermero
Yo que soy un tipo ultra terrenal te canto una canción para un santo,
un santo corazón sin latidos místicos, un santo corazón sin misterio,
un santo corazón que no invita a elevar manos hacia las estrellas,
sino a poner manos a la obra...